martes, 5 de junio de 2007

¿Y la Educación Ambiental?


En todos los países se hace, en muchos estados de la república ya se lleva a cabo, en nuestro estado no hay interés y en nuestra ciudad es nula. Es ese bicho raro, esa excusa inventada por los naturalistas de la actualidad y que manejan como pretexto barato para obtener algo, aunque sea un poquito, de espacios en la prensa. Se llama Educación Ambiental. ¿Para que sirve, diría alguien exagerando en practicidad, para que sirve en una ciudad que no encuentra su cordura y en la que no se distinguen niveles mínimos de servicios urbanos, llena de baches y de surtidores de aguas negras que cuando no llueve finjen ser alcantarillas de drenaje pluvial? ¿Para que queremos algo tan estorboso, tan…tan…“teórico”.


Dejando un poco de lado todos los argumentos de protección al ambiente que son tan evidentes y que también evidentemente a nadie le importan, manejemos por un momento los que tienen que ver con cuestiones directamente económicas y que supongo, por mucha prisa que siempre tengamos, si importan.


Una ciudad sucia no es visitada y no deja dinero. Perdemos fácilmente de vista que es obligación acapulqueña presentar una excelente imagen turística y que si no es lograda la gente simplemente no viene, pues tiene la opción de preferir una ciudad mas decente. Porque sí, aunque se nos haga difícil de creer, a la gente le gusta visitar una ciudad que esté limpia y se vea ordenada.


Si tuviésemos la capacidad para desarrollar un programa mínimo de Educacion Ambiental, podríamos ahorrar también mucho dinero y espacio. No es necesario remarcar lo fácil que sería resolver el asunto de la basura si la gente la dispusiera en los lugares adecuados y no en la calle o en las barrancas o en los cauces de arroyos. Concedamos por un momento el asunto de un servicio de recolección de basura deficiente, porque lo es, pero aún así parte del esfuerzo debiera venir de la propia población, no del gobierno. Ya nos dimos cuenta de que de él obtenemos muy poco. Sabemos que hay manera de recuperar algunos materiales de la basura para reducir el volumen de disposición y una buena parte de los alumnos de escuelas primarias ya lo conocen, pero al momento de hacer la sugerencia hacia la generación progenitora el impulso se detiene. Ellos quieren seguir haciendo las cosas como siempre las han hecho.


Ha habido algunos avances, y de alguna manera podemos decir que también es por una nueva educación. La recuperación del aluminio y el ponerle precio ha llevado a que no encontremos una lata tirada por la calle. Se comienza también con el plástico PET mediante ingeniosos mecanismos por los que algunas empresas dan valor a este desperdicio y provocan que de ser sólo un bote tirado en el suelo de alguna manera se convierte en dinero. Y nadie deja dinero tirado en el suelo.


Y hasta aquí hemos hablado de lo evidente. ¿Que tal que veamos algo de lo que no lo es tanto? La botella de plástico PET almacena mucho aire, asunto que vuelve caro el transporte hacia el relleno sanitario. Una vez puesta como basura ahí también reduce la vida útil del depósito, pues ocupa con aire un espacio que podría ser utilizado para la disposición de basura. De alguna manera ya sabemos –no nos hagamos- que si aplastáramos la botella se reduciría en mucho el costo de transporte hacia el relleno sanitario y su almacenamiento en el mismo; no perdamos de vista que esta pieza estrategica de infraestructura básica municipal nos costó a todos y en el futuro nos van a volver a costar las obras de ampliación. La botella PET con el tapón puesto aguanta que un auto mediano pase por encima de ella sin colapsarse, por lo que la presión que pudiera hacer sobre ella un camión o depósito compactador no va a resolver el problema del aire. Si tan siquiera abandonáramos la costumbre absurda de ponerle el tapón a la botella cuando la tiremos a la basura, con algo estaríamos contribuyendo. Si como antes se dijo, cooperáramos con aplastarla, por supuesto que sería mucho mejor.


El aceite usado de vehículos y hasta el que se usa para cocinar es de lo más nocivo para la operación de las muy deficientes plantas de tratamiento que tenemos en nuestro puerto. Me tocó en suerte ver en Tijuana como con 5 litros de aceite de carro que alguien arrojó por el excusado de un núcleo poblacional de 35 mil personas y que llegó a su flamante planta de tratamiento de aguas residuales de alta tecnología -con reactores de bacterias, totalmente computarizada y con resultados espectaculares en el tratamiento de efluentes- destruyó en minutos el delicado balance que debe ser conservado para poder tratar los residuos urbanos. Hubo necesidad de vaciar todos los contenedores, lavar concienzudamente, volver a llenar y reiniciar el proceso con inóculos de bacterias nuevos para poder poner en operación la citada planta. Y todo por 5 litros de aceite. Quizá la intención del “agresor” no fue la de dañar la planta, pero por desconocimiento de cualquier manera lo hizo.


De todo lo anteriormente escrito hay mucha gente, se crea o no, que ni siquiera tiene conciencia cabal de las consecuencias que tiene por llevar a cabo acciones mínimas todos los días. Así siempre lo han hecho y no alcanzan a ver el terreno de las consecuencias. Es precisamente ahí en donde se ocupa la intervencion educativa.


¿Cómo, nos preguntaremos, cómo se ha de llevar a cabo esta labor indispensable en cualquier ciudad y con carácter urgente en la nuestra, que tiene una imagen que cuidar porque de ella vive, cómo corregir este impulso depresor de la calidad de vida de todos? La respuesta es la Educación Ambiental.


Que cuesta dinero, claro. No es fácil, es una tarea muy laboriosa y hay muchos rezagos que aliviar. Pero el dinero que se le invierta –porque es una inversión- siempre será menos que el que tenga que gastarse para corregir una vez que se ha causado daño. Y lo que se logre, recordemos, siempre tendrá un impacto positivo en la finanzas del municipio. Y en el turismo que llega al municipio.


A grandes males, grandes soluciones. Y ahora mismo las comunicaciones facilitan ejecutar grandes soluciones llegando a las grandes masas. Programas de radio, de televisión, en horas con picos de audiencia, mediante la creación de personajes que ilustren lo bueno y lo malo de las acciones nuestras de cada día, patrocinados por programas municipales o federales de recuperación de imagen o salud urbana o incluso por la propia iniciativa privada porque le preocupa atraer gente que quiere visitar un lugar limpio. Hagámosolo aunque sea por interés propio, ya que el comunitario no nos interesa tanto. Hagámoslo por salir de este hoyanco económico en que hemos caído porque no nos hemos ocupado ni tan siquiera en limpiar nuestra casa para recibir a los muy pocos que ahora nos vienen a visitar.


Eduquese a sì mismo: http://madreceiba.blogspot.com


1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Efrén;

Efectivamente la naturaleza no tarda en cobrar la factura por todo el daño que le hacemos y lamentablemente no habrá tiempo, dinero ni poder sufuiciente para pagarla y las consecuancias ya las sabemos pero nos seguimos haciendo tontos.

Felicitaciones por la nueva adquisición