Es la manera fácil de navegar por la vida, de sobrevivir la vida, de decir que soy parte de la vida: a mí no me toca. Es la actitud cínica que permite sobrellevar lo que, en supuesto, no podemos cambiar. Pero…en realidad ¿no podemos?
Leo las cifras frías –¿o calientes?- que vierte Octavio Klimek con su particular estilo para presentar hechos y sintetizar en su participación lo que se ve fueron largas y tediosas lecturas de varias fuentes calificadas y retomo de ahí lo que mas evidentemente nos toca: fundiéndose la cubierta glaciar de Groenalandia, el nivel del mar se incrementaría 7 metros; fundiéndose la cubierta de hielo de la Antártida, el nivel se incrementaría en …¡60 metros! Y por si alguien no ubica lo que representa la última cifra usemos la referencia que acostumbramos los no-ingenieros: el equivalente a un edificio de 20 pisos.
Nuestra memoria para seguir viviendo es corta. No va mas allá de los quince días. En ese tiempo se apaga un escándalo, se transita de nuevo sin escalofríos por el sitio de la útima ejecución, del estallido de la última granada, del más reciente levantón o asalto bancario, del atropellamiento por camión urbano , de la muerte violenta del amigo o del conocido o más allá del círculo egoísta de nuestro yo, de un desconocido que también merecía seguir viviendo.
El evento del calentamiento global es tan global que no creemos que influimos en él. Siete, sesenta, mil metros que fueran, son tantos que no forma parte de nuestras preocupaciones diarias por más de quince días. Y a continuación ya tenemos algo nuevo de que preocuparnos. Creo pasan tantas cosas que es una bendición que ocurra así, pero esta actitud lleva consigo el germen de la maldición de la inacción total, del “a mí no me toca”.
A manera de ejercicio, y solamente por eso, manejemos escenarios acapulqueños. Tenemos un referencial importante para imaginar los efectos de un incremento en el nivel del mar: la última marejada que inundó la Av. Costera. ¿Recuerdan? Olas grandes provenientes del Pacífico Central, incremento en el nivel del mar un par de metros o algo así, enramadas destruídas en Pie de la Cuesta y otras poblaciones costeras del estado, deterioro de algunas defensas de hoteles a la orilla del mar en la bahía de Acapulco, etc. Protección Civil en su momento tranquilizó a la gente diciendo mas o menos “aguanten, este es un evento anómalo, pasa todos los años y todos los años lo sobrevivimos...aguanten…”
En el ejercicio la diferencia es que el “aguanten” podría llevar años. El nivel no sólo se incrementaría el par de metros antes aludido, sería tres o cuatro o mas. El número de tormentas por año se incrementaría también, pues como sabemos, las tormentas se producen cuando se igualan diferenciales de calor en atmósfera y mar. Si el calor se incrementa globalmente es de suponerse que la temporada de tormentas se modifique al alza. Esto significa una temporada de huracanes más larga, con eventos de tormenta más frecuentes y con mayor fuerza de vientos, que aunado al incremento del nivel del mar representa ataque reconcentrado a las estructuras marinas o en la cara de la playa y –nuestro referencia máxima como acapulqueños- en la Costera Miguel Alemán. Es el adiós a las enramadas de Caleta, Hornos, la Condesa y demás. Es la vuelta del nivel del mar al pie del Fuerte de San Diego y de la iglesia de La Soledad. A mi….¿no me toca?
Pero eso es en nuestro querido acapulquito, en el que vivimos los que todo lo aguantamos y los que tenemos poquita voz y poco le podemos torcer la mano a los que deciden. Volvamos la mirada al orgullo del estado: a las inversiones nuevas del Acapulco Diamante. Desarrollos sobre la cara de la playa, en terrenos planos, sin protección de la topografía de la bahía, algunos hasta con instalaciones en el mar. Repitamos los escenarios: tres, cuatro, siete, sesenta metros. Será un espectáculo para verse cuando se reúnan la Costera Las Palmas, la laguna de Tres Palos, el Cayaco y Cd. Renacimiento en una gran extensión de nuevo mar con un montón de involuntarios arrecifes artificiales. Quiza en ese momento la frase “a mi no me toca” se congele en nuestros labios
Regresemos el cassete. Me redescubro a mí mismo en mi obscura faceta de tejedor de escenarios catastróficos y la chispa vital, la del creador, se rebela y se ofende. ¿Todo esto ocurre frente a mí y me permito escudarme detrás de mi monitor de computadora y esgrimir ante el mundo la frase de “ a mí no me toca” mientras preparo un café y finalizo mi colaboración.?
Ayer encontré con la solución de cómo combatir esto y disolver la marea de violencia, de calentamiento global, de inacción ciudadana y de falta de respeto por el prójimo, donde vive, de lo que vive y el lugar en que vive. Abrazos. Necesitamos…abrazos. Ayer, mientras circulaba por la Costera –soy acapulqueño también- un grupo de personas de todas las edades salió en tumulto de un salón de fiestas por el rumbo del barrio de La Bodega. Interrumpieron el tráfico, se pararon enfrente de camiones, taxis, autos particulares, gente ocupada y en camino a casa o a la playa y se dedicaron a….¡abrazarlos!
Se metían por tu ventana y te decían : “¿puedo darle un abrazo...?”. Te abrazaban y a continuación venía el otro y luego otro más y luego 10, 20 o más. Jóvenes, viejos, señoras, señores, ricos, pobres, todos abrazaban a diestra y siniestra. La circulación en los dos sentidos de la avenida se paralizó por mas de 20 minutos sin que nadie se atreviera –urbaneros y taxistas incluídos- a sonar un solo claxon mientras todos los que estuvimos ahí vimos con asombro como una gran burbuja de amor y alegría nacía y se expandía hacia el cielo de nuestra lastimada y lastimera ciudad. La marea amorosa y abrazófila disminuyó y todos los que participamos nos retiramos conmovidos y gratamente sorprendidos de que hubiéramos podido sentir tanto por unos absolutos desconocidos, sin más pretexto que el de demostrar los fuertes lazos que nos unen a todos en nuestra muy olvidada condición de prójimos.
Esa es la solución. La creación de una conciencia planetaria basada en el amor y el respeto mutuo a la gente con la que convivimos. Enfrentemos con abrazos a los maestros disidentes –y muy consentidos- que invaden la Costera. Al vecino vuelto narcotraficante y que farolea a los conocidos con su nuevas camionetas. A la hija vuelta mujer de mundo y que ha elegido vivir la vida en el carril rápido porque así lo ha visto en la tele. Al político lejano de la gente que contribuye con sus buenas toneladas de gases de invernadero al mantener en operación sus camiones urbanos en una ciudad sobrada de transporte urbano. Al campesino que justifica la quema de decenas de hectáreas de monte y pastizal para arrancarle unos cuantos elotitos al vientre de la Tierra. Al agiotista voraz que vuelve la miseria aún más miserable.
En el desarrollo de este nuevo tipo de relaciones de respeto con nuestros semejantes y con nuestro medio está la solución de todos para el calentamiento global y las que ahora advertimos, muy globales consecuencias. Solito el gobierno, al igual que con el combate al narcotráfico, no puede. Una sociedad respetuosa, abrazona y aficionada a los abrazos, ayudada por autoridades respetuosas y que se hagan respetar, sí que puede. Hagamos el abrazo que los incluya junto con vecinos, amigos, parientes y gente que tenga como consigna el vivir digno y dignificante para que entonces empecemos a abrazar al aire, al río, al cauce donde se arroja basura y al mar adonde se hace pipí como parte de este gran movimiento que entonces sí frene y revierta lo que ya vimos se viene encima. El agua, literalmente, está llegando a los aparejos.
Otras iguales: http://verdadficcion.blogspot.com
Verano eterno en Acapulco : http://www.guiainmobiliaria.com.mx
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