domingo, 3 de junio de 2007

Amanecer en el Mar.


Es fantástico el dominio que sobre tu cuerpo te da el buceo. Simplemente para sacar dos conchas que se encontraban en una cuevita cubierta de erizos tuve que poner en juego músculos que hacia tiempo estaban olvidados.
Calcular con tu mente mas interna el espacio justo entre dos ondas marinas para que yo, convertido en una onda marina más, pueda entrar y salir sin ser espinado, es una experiencia que pone en evidencia la importancia de la intuición.


Sigo un poco más adelante y veo una cardúmen de cirujanos. Nado entre los peces y ellos silenciosamente me invitan a comer de su mesa recién puesta. - Ven – me dicen-. No importa que en el pasado nos hayas correteado y matado con tu arpón. Te recibimos como a un hermano y te convidamos de nuestros alimentos.
Me alejo nadando lentamente pensando que mi dentina no es lo suficientemente buena para romper los bocados que ellos disfrutan. Pequeñas especies, moluscos, crustáceos. Quiza ni siquiera han sido identificadas por los estudiosos del mundo biológico, pero a ellos hace ya milenios que les sirven de bocadillos.


Es toda una experiencia el ascenso. Si nunca lo has practicado, debes hacerlo mucho antes de mañana. El truco es descender por lo menos 10 metros y emerger con la cara hacia la superficie, dejando que tu flotabilidad te lleve como en un suspiro. El ascenso es lento, hacia una superficie plateada e inquieta. Hay momentos en que el ascenso se convierte en una ascensión.


En el fondo veo una pequeña tortuga. Premio justo para los que se levantan temprano a bucear. La veo tranquila, reposando en el fondo. Subo a respirar para poder acercarme a ella y tratar de tocarla. Pero no. Al regresar al fondo ya ha desaparecido. Un fantasma de fauna marina del que ahora ya solo puedes platicar. Solo yo lo vi; solo yo sé que estuvo ahí. Es suficiente.

Avanzo un poco más y veo una manta. Muy pequeña, menos de dos metros de punta a punta de las aletas. Evoluciona con lentitud elegante para llegar a la superficie. Ahí hace asomar las dos puntas de sus aletas, comportamiento que no pocos sustos ha provocado al ser confundida con aletas de tiburones nadando en paralelo. Me sumerjo 3 metros y me aproximo a ella boca arriba para poder apreciar su silueta vampiresca contra la superficie.
Me aventuro un poco más y ya alcanzo a distinguir detalles de su piel. Dos rémoras adheridas a ella le provocan las consabidas molestias que producen todos los parásitos. Estiro un poco la mano y alcanzo a tocar su cola. Un brusco aletazo la aleja de mí y se voltea con el aspecto de un paño que súbitamente ha cobrado vida, deslumbrándome con el blanco impoluto de su vientre suavecito. Dos aletazos indignados más y desaparece en la profundidad. Una imagen más que solo yo vi. Más que suficiente.


De regreso las aletas me aprietan y apresuro el paso para llegar rápido a la playa. A mi izquierda cruzan como balas unos barriletes de piel plateada surcada por franjas obscuras que acentúan su velocidad. Uno de ellos hace un quiebre rápido y preciso casi frente a mi cara para capturar algún animalito que ni siquiera alcancé a ver. Se reúne con su grupo sin perder un solo latido y sin haber sido extrañado por sus compañeros de travesía.


Continuo escuchando el chapoteo de mis aletas en el agua y cada patada me acerca a tierra firme. Finalmente la arena dorada me recibe y crujiendo me acompaña a la salida de la playa. El bocinazo de un camión urbano que le arrebata el pasaje a otro me devuelve a la realidad de la ciudad. Ya estoy en la zona urbana.


Ya se enteró? Joe Killer regresó : http://joekillerenlared.blogspot.com

No hay comentarios.: