viernes, 22 de junio de 2007
Los mensajes del Agua.
El agua siempre ha estado ahí. Desde antes de nacer –y provenimos de un medio innegablemente acuático-siempre nos ha rodeado: en forma de líquido amniótico, de lluvia, de vapor, como parte de nuestro aliento, omnipresente en donde se encuentre vida.
Se halla siempre tan presente con nosotros que creemos que es parte de su largo listado de características distintivas, tales como su temperatura de ebullición, de congelación, o su capacidad para disolver a otros compuestos. Y está siempre tan a la mano, siempre tan dispuesta, siempre ahí, humilde, nuestra. Existe una fuerte tentación de aumentar el listado anterior con una inseparabilidad con respecto al ser humano.
Nos sentimos tan seguros de ella que, no es de extrañar, caemos en el abuso. La contaminamos, la desperdiciamos, la mancillamos. Total, es nuestra, sale de la tierra o cae del cielo, por tanto es un regalo, por tanto es nuestra para hacer de ella lo que querramos.
El agua es, por decirlo de alguna forma, rara. Siguiendo su trayectoria familiar como parte de los compuestos formados por hidrógeno, debiera ser un gas a temperatura ambiente. No ocurre así debido a un milagro físico casi aberrante: el puente de hidrógeno, unión electromagnética extremadamente fuerte que da al agua gran parte de las características que le conocemos y aceptamos abiertamente. Es de los pocos compuestos que al congelarse se vuelven menos densos que la forma líquida de la que provienen, provocando que el hielo de agua flote sobre la misma. También su forma de máxima densidad ocurre justo antes del punto de congelación, a los 4°C, lo que provoca que en el fondo de los mares no se forme hielo, pues esta agua más densa se hunde para ocupar este lugar. Un candado de seguridad muy inteligente, muy conveniente. Tiene además una capacidad de disolución de otras substacias tan grande que se le ha dado el bien ganado mote de Disolvente Universal.
Es protagonista también de las grandes leyendas históricas y religiosas de la trayectoria del hombre. Varias civilizaciones tienen su propio Diluvio Universal. La Atlántida y el continente perdido de Mu fueron disueltos –en realidad o en leyenda- por una noche de furia elemental acuática. Un huracán Paulina nos demostró lo que puede hacer el agua en pocas horas corriendo libre por nuestras calles y arrasando como polvorones nuestras ciudades. Un mega huracán Katrina barrió en pocos días con todo el potencial productor de petróleo de la nación que más contribuye con gases de invernadero al fenómeno de calentamiento global y alteración climática del planeta.
El agua es una mano tierna que acaricia el rostro durante una llovizna, un arroyo cantarín que deleita y seduce durante una tarde calurosa, un demonio furioso y delirante que arrasa durante una tormenta. El agua es...muy rara.
Pero si todo esto de por sí ya era de admirar, justo en estos tiempos de espiritualidad menguada y de lenguaje de levantones, de ejecuciones en la calle a plena luz del día y de vulgares representantes populares que se pelean a golpes en la cámara de diputados, se comienza a develar lo que pudiera ser una de sus propiedades más espectaculares: ¡El agua puede captar información! Puede reconocer, codificar, transmitir, recibir, clasificar, transportar, almacenar información. No, no bebí agua contaminada. Hay un grupo de trabajo cada vez más grande que afirma poder demostrar –y poco a poco lo está haciendo- que el agua, por decirlo de alguna manera, tiene conciencia.
Cuando leí el breve y asombroso libro Los Mensajes Ocultos del Agua del Dr. Masaru Emoto, uno de los primeros recuerdos que acudieron a mi mente fue un capítulo de la novela Siddharta escrita por Herman Hesse y que leí en mi cada vez más lejana juventud. En él, el protagonista que no es otro que al que más tarde se le conocería como Buda, después de haber pasado por la experiencia de haber sido un samana errante y un magnate mundano, se retira humildemente a la orilla de un río para aprender de su siempre cambiante corriente. El argumento era que el agua “almacenaba” recuerdos, vivencias, historias, imágenes recogidas a lo largo de su serpenteante recorrido. Una escena muy bonita, muy espiritual, muy…¿real?
El Dr. Emoto ha desarrollado una metodología reproducible que permite fotografiar los cristales de hielo que se forman al congelar el agua. Es de conocimiento popular que no hay dos copos de nieve iguales, y en el caso de los cristales pasa lo mismo. Pero ocurre algo muy interesante con respecto a la estructura de los cristales. Bajo estímulos de muy diverso tipo –que van desde la palabra hablada, un papel escrito y pegado en el recipiente, música, fotografías de diferentes sujetos, etc.- la estructura del cristal formado es totalmente diferente.
Palabras tales como amor, gratitud, gracias, lo siento, ángel, bonita, sabiduría y otras por el estilo producen cristales bellos y bien estructurados. Lo mismo ocurre con la exposición a fotografías de paisajes hermosos, delfines, el sol o a piezas musicales compuestas por Mozart o Beethoven.
Palabras como tonto, me enfermas, te mataré o piezas musicales heavy metal producen cristales deformes o no producen en absoluto ninguna formación.
Esto, según el Dr. Emoto-quien acaba de estar en México como expositor en el IV Foro Mundial del Agua- ha sido replicado centenares de veces y puede ser reproducido por cualquier laboratorio del mundo que cuente con la instrumentación adecuada y siga la metodología ya probada. Incluso entre sus planes están el de desarrollar un instrumento popular y de bajo costo para que todo el mundo haga sus propias pruebas en la comodidad del laboratorio de su casa.
¡Ah sí!, el argumento de por qué ocurre esto así. Todo está formado por moléculas y finalmente por átomos que a su vez están compuestos por partículas que se desplazan a velocidades inimaginables en sus minúsculas órbitas a manera de planetas alrededor del sol. Estos desplazamientos producen vibraciones que son características, de la misma manera –aunque más íntima- de como lo es un huella digital. Es, de hecho, una huella vibracional.
Cada cosa en el universo tiene su propia "huella vibracional" que le caracteriza, y que es la suma de las vibraciones de los elementos que la componen. Un vaso, una cuija, un plato de pozole, una persona, una ciudad, un planeta, una estrella. Todos tienen su propio Hado –pronunciado hadou- que le hace único.
El agua, como disolvente universal que es, siendo que disuelve compuestos – que a fin de cuentas son partículas-onda que vibran- puede también contener las vibraciones que estén asociadas a la fuente de la que provienen. Esa frecuencia vibratoria queda impresa en la estructura del agua y queda literalmente “congelada” en el cristal de hielo, en donde es fotografiada por este equipo de investigadores japoneses que buscan apuntarse la palomita de ser los primeros en demostrar que la espiritualidad no es algo tan intangible ni tan subjetivo. ¿Bonito rollo, no?
Consecuencias. ¡La “vibra” existe! La buena, la mala, el mal de ojo, la envidia, el rencor, los celos, el amor, el cariño, el afecto, la bondad, la gratitud. Cada una de estas emociones tiene una carga emocional –vibra- que se imprime en el agua que contenemos en el cuerpo y en el del prójimo con el que nos relacionamos. Recordemos que somos hasta un 70% de agua. Al dar salida libre a emociones negativas “imprimimos” esa negatividad en nuestra propia agua, además de en la del agua del sujeto al que le mentamos la madre o le decimos ¡imbécil! mientras manejamos.
Su agua y nuestra agua reacciona en consecuencia y le impactamos-nos impactamos con una vibra que acumula-acumulamos durante el día, junto con las agresiones que reciba-recibamos después de rebasarnos de mal humor durante un tráfico de mediodía. Al final de la jornada somos una suma de negatividad que regresa con su familia a…adivinemos que…¡a seguir transmitiendo la mala vibra! El asunto ese de que lo que hagas en mal a alguien se te regresa quizá sólo sea una manera miope de enfocarlo. En realidad, desde el momento que emitimos el mal nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.
La buena noticia es que la tendencia que vivimos, la realidad que ahora aceptamos, la que creemos aplastante, injusta, obscura, puede ser modificada. Y para eso solo se necesita....¡extender la buena vibra! Como energía que ahora sabemos que es, con el poder que implícitamente tiene, con el alcance rápido y de consecuencias lejanas que le caracterizan, extendamos la buena vibra. En esta temporada prenavideña aprovechemos para lograr esta meta. Olvidémonos por un momento del asunto de la compra obligada de regalos. Que el regalo sea la bondad, el amor, el cariño y no la compra de un juguete robotizado que simule todo lo anterior al activar un switch.
Y no olvidemos que tenemos un espejo para voltear a ver nuestras verdaderas intenciones, nuestra personalidad más íntima. De ese espejo provenimos, hacia él vamos y mientras lo hacemos viajamos en un vehículo que esta lleno de lo mismo.
Reconozcamos en este primer paso de la ciencia hacia la espiritualidad a la protagonista principal que siempre ha estado ahí y que mientras lo permitamos nos acompañará en nuestro sendero evolutivo.
Aplaudamos a El Agua.
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1 comentario:
Lástima que sólo sea un best-seller newage, pero nada científico...
http://www.chem1.com/CQ/clusqk.html#EMOTO
http://wiki.escepticos.net/w/index.php?title=Masaru_Emoto
http://www.peeniewallie.com/2004/12/what_the_bleep.html
http://www.museumofhoaxes.com/hoax/weblog/comments/2833/P40/
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