miércoles, 11 de noviembre de 2009

दिएसिसेईस मुएल्लेस, उन परियन य उन bahia

Por: Efrén García Villalvazo

Teniendo como fuente de información los periódicos de mi tierra y algunos vistazos fugaces a TV y comentarios de los cuates, me entero de las cargas absurdas con que los ciudadanos incrementamos el ya de por sí caótico ambiente urbano y ambiental de nuestra ciudad. Y ahí va otra que de plano no entiendo. Semanas van de un movimiento entre usuarios de zona federal por una acometida –sin confirmar- de una empresa privada que da servicio a embarcaciones de inundar con muelles privados la línea de costa de la bahía de Acapulco. Este rumor ha provocado hasta la constitución de un supuesto frente de defensa de acrónimo tierno en contra de la construcción de estos muelles que desde mi punto de vista solo ha mostrado hasta ahora que el único mal visto es el que se está construyendo en la playa de Icacos, cerca de la flotilla de contaminadoras motos acuáticas propiedad del promotor principal del FOMI, hombre que cuenta con la experiencia para oponerse a procesos que le ha procurado la larga lucha en contra de la presa de La Parota.

En alguna reunión que convocaron con autoridades de SEMARNAT blandieron el argumento “ambiental” sobre la línea de que el muelle “contaminaba” la bahía de Acapulco y que por eso no había que construirlos. Invitado a expresar mi opinión dije que ese argumento estaba perdido puesto que hay procedimientos de construcción que son muy poco agresivos con el ambiente, y que si ese era el eje principal de la defensa, que no servía para nada. Agregué además que los muelles públicos son parte de la infraestructura básica de un puerto y deben estar alineados de alguna manera con el entramado de las vialidades del puerto con el propósito de diversificar a futuro las vías de comunicación. Fue entonces que apareció el segundo argumento importante: es que ellos son ricos y nosotros pobres. Ya está: se estableció la barrera básica y probada para dividir un bando del otro y hacer ver que ahí hay un conflicto de intereses.

En esa misma reunión estuvo una señora que llegó para hablar, pasando por encima del tema principal que tratábamos, de la concesión en zona federal para poner un parián…¡en el frente de playa del Grand Hotel! No le interesó nada de lo que era la esencia de la reunión. Solo quería que le dieran su concesión y ya. Se vio tan fuera de lugar que ninguno de los que estaba ahí le hizo aprecio y después de haber sido adecuadamente orientada, se siguió en la reunión hasta que se llegó a la conclusión importante –ojo- de que se debía dar un Ordenamiento Marino para evitar en lo posible el nefasto proceso de que cada quien hiciera en donde fuera lo que se le pegara la gana.

La noticia de que se diera una concesión para construir un parián frente a la playa de un hotel es sorprendente y por demás abominable. Aparte de que abre la puerta para inundar de lugares inmundos las playas de Acapulco –que debieran ser sagradas, junto con las aguas que la bañan - se pasa por encima del derecho de hacer negocio de un hotel que ha estado ahí desde que yo recuerdo. Un hotel que ha pagado y paga impuestos- a diferencia de los parianeros e invasores de banquetas- que consume localmente productos y servicios, que es fuente de empleos, que en algún momento hizo y sigue haciendo una inversión que es importante en el puerto y que representa lo que queremos atraer para nuestra ciudad: empresarios inversionistas. Es obvio el pésimo mensaje y ni caso tiene ir tras él para tratarlo. Qué caso tiene implementar "limpiezas del fondo de la bahía" como la recién anunciada por SEMARNAT con un costo de un millón doscientos mil pesos si de donde viene toda la mugre -de tierra firme, de cauces, de la ciudad- se promueve la aparición de nuevos focos de emisión que seguramente no serán controlados y que con el tiempo se volverán nuevos puntos negros que debiéramos evitar de raíz.

Volviendo al punto de la bahía sagrada, alguna vez mi amigo Beto Fares me pidió un opinión acerca de las embarcaciones que estaba fondeando la empresa Performance en el malecón de Acapulco y de cómo se le quería restar ese espacio tradicional a los acapulqueños. Me imagino que esperaba que yo le respondiera en contra, pero le comenté que prefería pasear por ahí viendo yates bonitos e inspiradores de sueños a ver el montón de armatostes sucios y viejísimos que conforman la flota de pesca deportiva de Acapulco, de la que yo tengo noticia ni siquiera la mitad está en condiciones de operar o cubre con los requerimientos mínimos de la SCT para dar un servicio decente.

Extendiendo la línea de pensamiento se me ocurre que por salud mental preferiría ver muelles –aunque no tantos y no privados- con embarcaciones hermosas, brillantes y nuevas flotando en la bahía y no parianes nauseabundos y promotores de suciedad en las ya de por sí frágiles playas del puerto. Si es un asunto de “ricos y pobres”, recordemos que han sido decisiones favoreciendo a los supuestos pobres –siempre respaldados por algún rico disfrazado de pobre- las que han provocado la peligrosísima invasión sin freno del Parque El Veladero, la de accesos de playas, banquetas y espacios varios, todas ellas actividades que deterioran la imagen urbana de la ciudad por ya no decir nada de las condiciones de salud y ambientales francamente asquerosas que promueven. Ahí tenemos los ejemplos claros de los parianes en abandono y promotores de porquería a los lados de la Vía Rápida, en los que sólo los locales al frente de la calle venden al público. Los que se encuentran hacia atrás sabrá Dios a que propósitos sean dedicados.

Si el argumento de que se favorece a los ricos a costa de los pobres amedrenta a los tomadores de decisiones, recordemos que los que alquilan los servicios de motos acuáticas son precisamente esos “ricos” que vienen a pasar sus vacaciones a nuestras playas y que acuden a eventos como el Boat Show, ahora amenazado de ser tomado como rehén, para ver en qué invierten su dinero y si hay condiciones para ello. Recordemos que nuestros “otros” clientes –que son igual de bienvenidos- solo compran pan, hielo y cervezas en los supermercados y que si queremos promover el turismo náutico de alto poder adquisitivo debemos procurar al menos una vista decente en el principal atractivo de Acapulco que es la playa.

Es por eso que hay un Subcomité de Zona Federal en que participan autoridades, empresarios y representantes sociales y que debe ser escuchado antes de tomar estas decisiones que afectan tanto la imagen de un destino turístico y que tanto cuesta en esa promoción de siempre cuestionados resultados que se hace fuera de la ciudad. Es por eso que hay grupos ambientalistas y partidos verdes que han defendido luchas mínimas pero simbólicas como la construcción de baños en la playa del astabandera y que no creo que vean con buenos ojos esta nueva invasión del todo absurda.

Con el riesgo de contradecir a mi amiga Robyn que opina que construir muelles destruiría el recurso estético incomparable que constituye la línea de costa de la bahía de Acapulco, preferiría mil veces ver un muelle con yates bonitos a ver playas tapizadas con parianes y toldos inmundos como los que se pretenden poner frente al Grand Hotel. Los de Acapulco, así seamos rico, pobres o clase media, no queremos esto.

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