sábado, 14 de julio de 2007

La Liga de los Superhéroes VS Acapulco

El sol asomaba lentamente por el campo de batalla. Este era largo, asfaltado y tenía un camellón con palmeras en el medio. Inicialmente fue construído como un paseo, una avenida costera por la cual los visitantes de Acapulco pudieran movilizarse de una maravilla a otra que en conjunto constituyen el fascinante panorama tropical que es el atractivo primero y principal del puerto. La vida moderna y su velocidad lo ha transformado en un moderno coliseo. Y poderosos contrincantes luchan a diario en él.

Un pavoroso y sonriente diablo enzarzado en una danza erótica con una voluptuosa y mínimamente vestida belleza circulaba a velocidad moderada por Caleta. Se detenía a momentos como para recibir los saludos de la multitud que estaba en las esquinas y él con movimientos lentos devolvía el saludo. Algunos de ellos pagaban 4.50 pesos e ingresaban en su oferta, subrayada con una música rítmica y estridente.

Súbitamente aparece el Hombre Araña y hacienda gala de su fuerza y agilidad hace a un lado al diablo y lo arrincona contra una parada, logrando que la gente que estaba adelante se subiera con él. Traía mejor música y el chalán traía los pelos más erizados y desteñidos que los del chalán de atrás.

Este descuido y segundos que tardaron en recoger el pasaje fueron aprovechados por Nemo y Stitch, que venían peleando terreno furiosamente desde hacía 4 paradas, en una carrera que se desarrollaba entre un río de autos con gente somnolienta que de manera brusca fue despertada por esta justa entre gigantes. Pasaron silbando, rugiendo y sonando su claxon entre todos los obstáculos representados por taxis amarillos, esos pequeños bólidos sin ley atiborrados de gente que no tiene otra opción de transporte.

Pero Nemo y su contrincante fueron parados bruscamente por un formidable peleador: Winnie Puh. Este malévolo oso amarillo, en compañía de su aparentemente estúpido amigo Igor y del pernicioso Piggy se atravesaron de manera mañosa interrumpiendo descaradamente el tráfico y levantando una ola de protestas en todos los tonos de claxon que rasgaron con impotencia el fresco aire de la mañana. De esta manera este oso maldito se desquitaba de la afrenta que Drácula le había hecho ayer al ganarle el pasaje enfrente del MacDonald’s de la Gran Plaza y pasar todavía a refrescarle a su jefecita enfrente de todos. Pero ¡ah! su deseo de venganza lo había cegado, pues para su desgracia justo delante de él estaba…¡Drácula!

Con sus ojos rojos y aún sosteniendo una víctima sangrante entre sus brazos, salió lentamente de su escondite y haciendo rugir su motor diesel se lanza rompiendo el cerco de Winnie Puh y se abalanza sobre nuevas víctimas que esperan con su pasaje en la mano. El oso no puede creer lo que ven sus ojos e Igor rebuzna de rabia pero estaba hecho. Sus enemigos iban a la delantera.
De repente el vuelo de Drácula es detenido en seco por la autoridad. El representante de la ley se acerca poco a poco mientras el muy jovenzuelo chofer “espejea” buscando con ojos más rojos que los de Drácula a su competencia, pero ya es tarde. Una estampida de acero lo ha rebasado en esos preciosos segundos y el se resigna a dialogar con su captor. Después de unos minutos de negociación el oficial se retira con una sonrisa pensando en que lugar escogería para desayunar.

Constantine sale de una lateral y se integra a la lucha. Haciendo gala de su fama reciente levanta más pasaje, pues es más popular. Pero esto no iba a ser permitido por mucho tiempo. Además, se hacía tarde, y la gente ya no esperaba tanto a su superhéroe-villano-antihéroe-granuja preferido. Lo que querían era llegar. Eso acortaba las ventajas y recrudecía la pelea.

Había un competidor fantasma, uno que solo iba de azul. Sin identificación, solo su número de circulación. Era mal visto por los demás, pero a él no le importaba. Su atractivo era mas sutil. Su música, engolosinadora. Le cantaba al amigo traidor, al abandono, a la pobreza, a la mala suerte, a la mala mujer o mal hombre, a la muerte en balaceras, al culto infecto del narcotraficante. La gente hipnotizada por estas letras se programa a nivel subconciente para llegar a su trabajo y casa sintiéndose derrotada, triste, traicionada, muerta. Esta es una droga que la gente busca y el chofer lo sabía. Día a día hacia su entrega y la gente le pagaba 4.50 pesos por ella.

Los camiones urbanos llegan a la última estación y entregan el final de su temblorosa carga humana que una vez más se congratula por su suerte de llegar a salvo a su trabajo. Dan una vuelta brusca recibiendo un alud de mentadas de madre y se alinean en la parada para comenzar a recibir pasaje. Otra carrera está por comenzar.

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