viernes, 30 de noviembre de 2007

Presupuesto de Carbono para Acapulco.


Es productivo y placentero platicar con los amigos acerca de las inquietudes ecológicas de moda, especialmente las que tienen que ver con lo del Calentamiento Global. De entre las muchas cosas oídas por aquí y por allá resulta interesante ir comprobando de primera mano cual es la percepción que se tiene del problema y hasta donde nos puede llegar a afectar. De alguna manera esto repuntó con la precampaña-gira informativa llevada a cabo por Al Gore junto con la presentación del documental Una Verdad Incómoda, que llevó el problema y las consecuencias que de él se desprenden a un primer plano en la atención mundial, pero al igual que cualquier otra noticia espectacular, aparentemente al desaparecer de las carteleras el interés por el tema se apagó siguiendo el famoso ciclo de las dos semanas. A los quince días la noticia se extingue.

Conectando hechos de la manera en que sólo un aficionado vicioso a este tipo de temas lo puede hacer, alrededor de las declaraciones en diferentes tonos sazonadas por el fantasma de lo terrible que se anuncia en Tabasco y Chiapas y en que de alguna manera el Cambio Climático tuvo algo que ver, recordé una cifra que se manejó mucho cuando ocurrió el lamentable accidente de la muerte de un niño por un camión urbano en nuestra ciudad: sucede que tenemos 1,200 camiones urbanos en servicio, unos 5,000 taxis y fácilmente arriba del centenar de millares de automotores particulares, entre los que incluiremos también motocicletas y otros similares. Todos estos vehículos son fieles y nunca satisfechos consumidores de combustible, que al ser quemado para impulsarnos por la modernidad generan gases -monóxido y bióxido de carbono, entre otros- que acrecientan el efecto de invernadero y que ahora provocan que nos inundemos, nos resequemos, nos sequemos y suframos tantas incomodidades y tragedias.

Como no ha habido hasta la fecha un argumento lo suficientemente contundente para lograr que nuestro Acapulco tenga un número razonable de camiones urbanos de acuerdo a la necesidad real de transporte- resultando en camiones que circulan por la misma ruta con dos monitos arriba y luchando para ganar el pasaje-, quizá algunos números y alguito de química logren sensibilizar los corazones cuatropeseros de nuestros concesionarios de transporte urbano, esos pobres servidores del público que lo único que hacen es ganar decentemente el pan dia con día. Me concentraré en su momento en los ya citados 1,200 camiones de transporte urbano.

Resulta que la bióloga Betty Astudillo me comentó que había un sitio en internet en donde podría yo hacer un presupuesto del carbono emitido por vehículos para ayudarme en mis serias cavilaciones. Yo le entendí que era algo así como www.calculatusemisiones.com y lo googleé diligentemente. No encontré precisamente ese, pero resulta que hay un montón de sitios que proporcionan este útil (¿) servicio para que el ciudadano consciente pueda calcular con cuánto carbono contribuye para el Cambio Climático, proporcionando información personal tan común como el tipo de transporte que usa regularmente, el monto del recibo de energía eléctrica, el de gas, viajes por avión y otros por el estilo. El programa adiciona las emisiones “por cultura”, pues se pide el país de residencia para estimar hábitos de consumo alimenticio y de energía, con los cuales se hace un cálculo de respiración, descomposición de basura, flatulencias (también contribuyen) y otros, y al final te dicen ¡tanto! de carbono. Probé varios de los “calculadores de carbono” que hay en La Red, algunos de España y otros de Estados Unidos y al ir proporcionando la información no puede uno menos que sonreir al advertir las diferencias. Se habla de biodiesel, de consumos de diferentes energéticos en base anual, hábitos de ahorro energético y otros que ponen en evidencia lo poco orientados que estamos hacia la planeación a mediano y largo plazo y nuestra incomprensible afición por las tecnologías obsoletas.

La calculadora CeroCO2 estimó que cada camión urbano arroja algo así como 8.76 toneladas de carbono por año a la transparente atmósfera acapulqueña, estimando un recorrido de 100 km diarios por zona urbana durante 300 días al año. Esto es, claro, considerando las emisiones de los camiones de por allá, que me imagino deben ser menos contaminantes. El blog Turismo-sustentable me dió como resultado alrededor de 35 toneladas, mientras que Nofootprint me dió 5.44 toneladas y Carbonfootprint me asignó sólo 5.01 toneladas. Tomando convenencieramente la cifra más baja, 5 toneladas, multiplicada por 1200 camiones nos muestra que nuestro sistema de transporte urbano nos sofoca con 6000 toneladas de carbono por año. Un buen.

El mismo blog de Turismo-Sustentable nos anima diciendo que pueden sembrar un árbol por nosotros para compensar nuestra gaseosa agresividad, pagando alrededor de 10 euros por el servicio, y que cada árbol –un árbol “standard” me imagino- procesa unos 45 kg de carbono por año. Siguiendo el mismo razonamiento y completando nuestras “cuentas”, el transporte urbano –o nosotros- deberíamos tener sembrados alrededor de 133,334 árboles sólo para compensar las aportaciones de carbono de nuestros camiones de todos los días.

Considerando que de transporte urbano estamos mas que sobrados y reduciendo –por decir algo- a la mitad nuestro transporte con camiones urbanos, estaríamos ahorrando 3,000 toneladas de carbono anuales que se dispersan inútilmente en nuestra atmósfera, pues, como antes se mencionó, muchas unidades viajan vacías o subutilizadas. Tendríamos entonces un capital para intercambiar por Bonos de Carbono, instrumento financiero por el cual, países industrializados que no pueden disminuir más sus emisiones, le “compran” a otro sus derechos de emisión por…¡dinero!

Así hacen en Costa Rica y los ticos reciben dinero en efectivo por conservar sus bosques como unidades recicladoras de carbono, además de que son aprovechados de manera no extractiva para actividades ecoturísticas. El negocio perfecto.
Ahí están los hechos, formulados quizá de manera muy chapucera pero no por eso menos reales. Podemos sembrar un montón de árboles y descansar –a medias- con respecto a nuestras emisiones o disminuir el numero de unidades de transporte urbano y capitalizar este ahorro en beneficio de nuestra ciudad.

El viejo lema de “Sembar un árbol, escribir un libro y tener un hijo” para poder abandonar dignamente el planeta se ha modificado en la parte del árbol. Un usuario y/o concesionario de cualquier tipo de transporte debiera sembrar al menos 20 árboles para compensar medianamente sus emisiones, lo cual sería bueno. Continuar a escribir 20 libros también podría ser bueno, aunque completar los 20 hijos no lo sería tanto.

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