Si, confieso haber pescado, y mucho. Confieso haber matado tortugas, haber comido sus huevos y corales, haber arponeado grandes pargos, haber perseguido y arrasado sin piedad gallos, jureles y sierras. Los guajos de La Roqueta probaron el frío acero de las puntas de diamante de mi arpón Magnum de 250 dólares que no erraba un solo tiro. Las loras del Bajo de la Quebrada, del Hawaii y de Punta Diamante nunca fueron los suficientemente listas para esquivar mis varillazos, que muchas veces atravesaban sus cuerpos junto con la escama en la que había penetrado primero el arpón; así de duras son.
En las tardes íbamos a buscar las barracudas de El Jardín, y si no las hallábamos, de puro coraje arponeábamos de perdida 10 jureles toro por cabeza. El que agarraba menos que eso no se le consideraba “bueno” para tirar. Y si todo fallaba, quedaba el recurso de ir a la lejana Piedra del Gallo. Era el paraíso del tirador. Pargos, huachinangos, doradas, jureles, sierras de candado, salemas de altura, robalos, apariciones ocasionales de tiburones que hacían mas emocionantes las jornadas. Si…había mucho pescado. Y yo era bueno. Muy bueno para arponear. Era el final de los años setenta.
Veintisiete años después la cosas han cambiado mucho. Ahora…ahora ya no hay pesca. Generaciones enteras de pescadores y tiradores exterminamos el recurso. Fuimos muy buenos, demasiado quizá. Y se inició con nosotros un proceso degenerativo que está por finalizar. Hace años se capturaba solo el animal grande. El chico se regresaba al mar y se le permitía que creciera un poco mas. En el proceso el animal maduraba sexualmente y se reproducía, asegurando de esta manera una nueva generación de juveniles que con el tiempo podía ser explotada comercialmente.
Con respecto a la calidad había especies “buenas” y especies “malas”. Los peces de carne blanca eran los buenos: pargo, huachinango, robalo, lora, palometa, dorado. A éstos todo el mundo los quería. Los de carne obscura –roja- eran los malos: barrilete, jurel, pez vela, gallo. A estos la gente normalmente los despreciaba y sólo se les usaba como carnada o para darle sabor al caldo, debido a su fuerte aroma.
Ahora ya no hay especies buenas o malas. Solo hay las que se encuentran. Tampoco hay tamaño chico ni grande. Hay el que se encuentra. Y ningún pez es ya lo suficientemente chico. Con que sea pez es suficiente. Se le saca y se vende. Y siempre hay alguien que lo compre. El primer problema que surge es que al pez se le captura antes de que madure sexualmente y se reproduzca. Ya con eso, se debilita la capacidad de recuperación de la población de peces, pues se pierde no solo la pieza que se extrae sino que también se eliminan los millones de animalitos que pudo haber generado al reproducirse. . El segundo problema surge con la forma en que se le captura. Se está usando la red de enmalle –trasmallo le llaman aquí- fondeado cerca del litoral rocoso y de arrecifes.
La tragedia consiste en que se trata de redes poco selectivas. Esto es, agarran de todo. Y estando cerca de los fondos rocosos no es raro que al intentar retirarla se atore y los pescadores la rompan dejando un tramo en las rocas. Este pedazo de red sigue capturando peces que se sacrifican inútilmente y también constituye una amenza para especies como la tortuga marina e incluso para el hombre, pues al practicar el buceo existe la posibilidad de que un nadador quede enmallando y se ahogue antes de que pueda liberarse de la trampa mortal. Los peces detectan también esta trampa y la evitan migrando a otros lugares, bajando con esto la disponibilidad de pesca en estas zonas “de peligro”.
A continuación viene la primera pregunta estúpida que se hace uno siempre en el estado de Guerrero. Bueno, ¿qué están pen….jos qué…? ¿No se dan cuenta que están exterminando aún más rápidamente lo poco de recurso pesquero que queda? Los fondos rocosos son refugio y lugar de producción pesquera para captura y para mantener un ecosistema sano y productivo. Si se le bloquea, deja de producir. Suena lógico, ¿o no?
Y no puede dejar de hacerse la segunda pregunta estúpida que se tiene que hacer siempre en el estado de Guerrero: ¿ que la autoridad no se da cuenta y los deja que sigan destruyendo lo poco que queda? Ya, se hicieron las dos preguntas. Se ha cumplido con el ritual sureño.
Y ahí va la contestación de los que lo hacen: “Es que ya no hay pesca, y yo le tengo que dar de comer a mi familia. ¿Qué usté me lo va a resolver?” Y con ese santo y seña siguen con su explotación desmedida, acompañados con la muy tibia intervención de la autoridad que no quiere meterse en otro problema más con un sector que se ha distinguido por ser siempre muy conflictivo.
El resultado es el desplome en muy pocos años de la producción pesquera y en un horizonte cercano la desaparición total no solo de las especies consideradas tradicionalmente como comerciales, sino de todas las demás también. Antes era impensable el que se consumieran los llamados “peces de ornato” : marineritos, chopas, joyas, peces piedra, manzanitas, tabaqueras, angeles rey y similares. Ahora es lo que sirven como botana en los restaurantes de mariscos del centro, vendiéndose a precios ínfimos, lo que obliga al pescador a extraer un volumen grande para poder completar la quincena, con lo cual se acelera –mas todavía- el proceso de exterminio.
A continuación atestiguamos la forma en que los fondos de ayuda para la producción se aplican para promover la actividad pesquera. A las cooperativas se les dan motores, lanchas y redes para que sigan pescando, o sea, se aumenta el esfuerzo pesquero. Es como si en un cubeta tuviemos un puñado de canicas. Si cuatro personas metemos la mano, cada una va a encontrar unas pocas canicas. Si son 10 personas, cada uno de ellos va a encontrar una canica…o a lo mejor ninguna.
Si ya de por si hay pocos peces, ¿para que se les dan mas lanchas? ¿o por qué se les dan mas redes? La autoridad pesquera, con fondos federales, aprieta el acelerador a fondo. Que se acabe de una vez. A lo mejor cuando pase, se acaban tambien los problemas con los pescadores. A mi manera de ver, entonces sí van a empezar problemas con el sector, pues en ese muy cercano futuro sí ya no va a haber una solución posible. Y la gente no va a desaparecer, ni van a cambiar la red de pesca o la linea de mano por un mouse para ganarse la vida a la moderna.
¿Qué hacer? Lo impensable, lo difícil, lo doloroso. Se perfila en un futuro no muy lejano una veda TOTAL para intentar rescatar los recursos pesqueros de la bahía. Se tendrá en ese entonces que prohibir terminantemente que se utilicen redes de enmalle en la bahía de Acapulco y su periferia. Se tendrán que establecer sectores pesqueros en la bahía y prohibirse durante varios años la explotación de algunos de ellos con la esperanza de que se conviertan en semilleros que exporten peces a otros fondos que esten abiertos a la explotación.
Y todo esto deberá ser promovido por el propio sector pesquero, ese sector que hasta ahora solo se ha preocupado por capturar y que nunca ha sembrado nada. Va a tener que aprender a regular su propio ritmo de explotación y cuidar su propios recursos. Las autoridades no lo van a hacer por ellos.
Con suerte -y con mucho trabajo- los pescadores se tendrán que iniciar en la práctica de la acuicultura de las especies que sean interesantes desde el punto de vista comercial y para las cuales ya se cuente con la tecnología de producción en nuestro país. Ya hay algunas cooperativas –por suerte- que se han iniciado en este difícil camino y que están viviendo en carne propia el duro noviciado que les está exigiendo este vuelco diametral en su cultura productiva. Ahí la llevan, queriendo reinventar el hilo negro, pero ahí la llevan. Lo importante es empezar.
Va a resultar muy interesante ver como estos cazadores nómadas se van a convertir en cultivadores del mar y de las lagunas. Y poco tiempo les queda. Muy poco.
En las tardes íbamos a buscar las barracudas de El Jardín, y si no las hallábamos, de puro coraje arponeábamos de perdida 10 jureles toro por cabeza. El que agarraba menos que eso no se le consideraba “bueno” para tirar. Y si todo fallaba, quedaba el recurso de ir a la lejana Piedra del Gallo. Era el paraíso del tirador. Pargos, huachinangos, doradas, jureles, sierras de candado, salemas de altura, robalos, apariciones ocasionales de tiburones que hacían mas emocionantes las jornadas. Si…había mucho pescado. Y yo era bueno. Muy bueno para arponear. Era el final de los años setenta.
Veintisiete años después la cosas han cambiado mucho. Ahora…ahora ya no hay pesca. Generaciones enteras de pescadores y tiradores exterminamos el recurso. Fuimos muy buenos, demasiado quizá. Y se inició con nosotros un proceso degenerativo que está por finalizar. Hace años se capturaba solo el animal grande. El chico se regresaba al mar y se le permitía que creciera un poco mas. En el proceso el animal maduraba sexualmente y se reproducía, asegurando de esta manera una nueva generación de juveniles que con el tiempo podía ser explotada comercialmente.
Con respecto a la calidad había especies “buenas” y especies “malas”. Los peces de carne blanca eran los buenos: pargo, huachinango, robalo, lora, palometa, dorado. A éstos todo el mundo los quería. Los de carne obscura –roja- eran los malos: barrilete, jurel, pez vela, gallo. A estos la gente normalmente los despreciaba y sólo se les usaba como carnada o para darle sabor al caldo, debido a su fuerte aroma.
Ahora ya no hay especies buenas o malas. Solo hay las que se encuentran. Tampoco hay tamaño chico ni grande. Hay el que se encuentra. Y ningún pez es ya lo suficientemente chico. Con que sea pez es suficiente. Se le saca y se vende. Y siempre hay alguien que lo compre. El primer problema que surge es que al pez se le captura antes de que madure sexualmente y se reproduzca. Ya con eso, se debilita la capacidad de recuperación de la población de peces, pues se pierde no solo la pieza que se extrae sino que también se eliminan los millones de animalitos que pudo haber generado al reproducirse. . El segundo problema surge con la forma en que se le captura. Se está usando la red de enmalle –trasmallo le llaman aquí- fondeado cerca del litoral rocoso y de arrecifes.
La tragedia consiste en que se trata de redes poco selectivas. Esto es, agarran de todo. Y estando cerca de los fondos rocosos no es raro que al intentar retirarla se atore y los pescadores la rompan dejando un tramo en las rocas. Este pedazo de red sigue capturando peces que se sacrifican inútilmente y también constituye una amenza para especies como la tortuga marina e incluso para el hombre, pues al practicar el buceo existe la posibilidad de que un nadador quede enmallando y se ahogue antes de que pueda liberarse de la trampa mortal. Los peces detectan también esta trampa y la evitan migrando a otros lugares, bajando con esto la disponibilidad de pesca en estas zonas “de peligro”.
A continuación viene la primera pregunta estúpida que se hace uno siempre en el estado de Guerrero. Bueno, ¿qué están pen….jos qué…? ¿No se dan cuenta que están exterminando aún más rápidamente lo poco de recurso pesquero que queda? Los fondos rocosos son refugio y lugar de producción pesquera para captura y para mantener un ecosistema sano y productivo. Si se le bloquea, deja de producir. Suena lógico, ¿o no?
Y no puede dejar de hacerse la segunda pregunta estúpida que se tiene que hacer siempre en el estado de Guerrero: ¿ que la autoridad no se da cuenta y los deja que sigan destruyendo lo poco que queda? Ya, se hicieron las dos preguntas. Se ha cumplido con el ritual sureño.
Y ahí va la contestación de los que lo hacen: “Es que ya no hay pesca, y yo le tengo que dar de comer a mi familia. ¿Qué usté me lo va a resolver?” Y con ese santo y seña siguen con su explotación desmedida, acompañados con la muy tibia intervención de la autoridad que no quiere meterse en otro problema más con un sector que se ha distinguido por ser siempre muy conflictivo.
El resultado es el desplome en muy pocos años de la producción pesquera y en un horizonte cercano la desaparición total no solo de las especies consideradas tradicionalmente como comerciales, sino de todas las demás también. Antes era impensable el que se consumieran los llamados “peces de ornato” : marineritos, chopas, joyas, peces piedra, manzanitas, tabaqueras, angeles rey y similares. Ahora es lo que sirven como botana en los restaurantes de mariscos del centro, vendiéndose a precios ínfimos, lo que obliga al pescador a extraer un volumen grande para poder completar la quincena, con lo cual se acelera –mas todavía- el proceso de exterminio.
A continuación atestiguamos la forma en que los fondos de ayuda para la producción se aplican para promover la actividad pesquera. A las cooperativas se les dan motores, lanchas y redes para que sigan pescando, o sea, se aumenta el esfuerzo pesquero. Es como si en un cubeta tuviemos un puñado de canicas. Si cuatro personas metemos la mano, cada una va a encontrar unas pocas canicas. Si son 10 personas, cada uno de ellos va a encontrar una canica…o a lo mejor ninguna.
Si ya de por si hay pocos peces, ¿para que se les dan mas lanchas? ¿o por qué se les dan mas redes? La autoridad pesquera, con fondos federales, aprieta el acelerador a fondo. Que se acabe de una vez. A lo mejor cuando pase, se acaban tambien los problemas con los pescadores. A mi manera de ver, entonces sí van a empezar problemas con el sector, pues en ese muy cercano futuro sí ya no va a haber una solución posible. Y la gente no va a desaparecer, ni van a cambiar la red de pesca o la linea de mano por un mouse para ganarse la vida a la moderna.
¿Qué hacer? Lo impensable, lo difícil, lo doloroso. Se perfila en un futuro no muy lejano una veda TOTAL para intentar rescatar los recursos pesqueros de la bahía. Se tendrá en ese entonces que prohibir terminantemente que se utilicen redes de enmalle en la bahía de Acapulco y su periferia. Se tendrán que establecer sectores pesqueros en la bahía y prohibirse durante varios años la explotación de algunos de ellos con la esperanza de que se conviertan en semilleros que exporten peces a otros fondos que esten abiertos a la explotación.
Y todo esto deberá ser promovido por el propio sector pesquero, ese sector que hasta ahora solo se ha preocupado por capturar y que nunca ha sembrado nada. Va a tener que aprender a regular su propio ritmo de explotación y cuidar su propios recursos. Las autoridades no lo van a hacer por ellos.
Con suerte -y con mucho trabajo- los pescadores se tendrán que iniciar en la práctica de la acuicultura de las especies que sean interesantes desde el punto de vista comercial y para las cuales ya se cuente con la tecnología de producción en nuestro país. Ya hay algunas cooperativas –por suerte- que se han iniciado en este difícil camino y que están viviendo en carne propia el duro noviciado que les está exigiendo este vuelco diametral en su cultura productiva. Ahí la llevan, queriendo reinventar el hilo negro, pero ahí la llevan. Lo importante es empezar.
Va a resultar muy interesante ver como estos cazadores nómadas se van a convertir en cultivadores del mar y de las lagunas. Y poco tiempo les queda. Muy poco.
Asesoria legal: Colegio de Abogados
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